martes, 24 de junio de 2008

Zumo de Sol




Un buen día alguien llamó a mi puerta:

- Buenas tarde venimos a traerle un regalo.

- ¿un regalo?, para mí, yo no he pedido nada.

- No sabemos, nos han dicho que le entreguemos esta caja y nada más podemos decir, ¿nos firma aquí, por favor?

- sí, sí, claro, posenlo allí, parece grande, ni idea de qué sera, !muchas gracias!... adios.

Me quedé mirando una enorme caja bien envuelta, con cuidados detalles, en su exterior algo ponía, me aproximé, miré fijamente... precaución, ¡es frágil!, leí con atención, tendré cuidado al desenvolverlo pensé.

Abría la caja con mucho cuidado, en su interior, miles de estrellas se agolpaban tratando de no sobresalir en luz, a cada cual más bella, cada una de ellas con encanto, con magia ¡volaba! y se posaba confiada en mi mano, me hacía cosquillas sin pretenderlo!!, qué bellas estrellas pensé, ¿serán todas para mi?, escondida, medio adormilada, descubrí una Luna amarilla que reposaba tranquila, ¡qué bella luna! me estaba diciendo cuando de repente unos rayos dorados que emitían calor saltaron en mis ojos, me iluminaron la cara... no puede ser exclamé... ¿también hay un Sol? ¿también es para mi?, no puede ser, me repetía con asombro.


La sorpresa era demasiado grande, asustada cerré la caja, me senté sobre ella, no puede ser me repetía, esto tan grande, con tanta belleza, no puede ser para mi, se habrán equivocado, voy a mirar el remite, seguro que no es para mi... alguien debe de estar esperando este regalo y lo han entregado en casa equivocada, seguro. Me agaché, busqué y busqué, un nombre, una dirección, pero nada hallé, no había remite, ninguna seña de identidad de a quién iba destinado ese magnífico regalo.


Después de un tiempo, un buen día se acercaron a mi puerta:

- Buenas tardes, somos los de las mudanzas, venimos a por la caja grande que un día le dejamos, fue una equivocación, nos avisaron de pasar a retirarla.

- Pero... no pueden llevársela, ¡no!, - grité yo, - lleva mucho tiempo conmigo, no pueden...

- A nosotros no nos diga nada, lo sentimos, cumplimos órdenes, nos han dicho, esa caja no puede tenerla esa persona por más tiempo, por eso vinimos, ¿donde está la caja?

- Ahora que recuerdo... ya no la tengo, dije con voz templada, me cansé de ella y se la entregué a unos desconocidos que pasaban por la calle.

- Pero... nos mete en un compromiso, nos han encargado llevársela a su dueño... - dijo uno de los transportistas.

- Pues yo ya no la tengo, puedo intentar recordar como eran esos desconocidos pero no sé ningún dato de ellos, la cosa se pinta dificil, - añadí como con indiferencia.

Uno de los hombres me escudriñó los ojos, sostuve su mirada, con seriedad, con preocupación por su problema.

- Y... ¿esos cartones que asoman por esa puerta?, - me preguntó entonces con voz incisiva.

- Ah, eso, - dije mirando hacia donde señalaba, - tiene razón, es parte de la caja, es que yo en realidad... entregué su contenido, la caja la rompí era muy fea, expliqué al hombre tratando de convencerle.

- Vámonos oí que el hombre le dijo entonces al otro.

- Pero... nos la vamos a cargar con el jefe, - protestó el otro.

- Vámonos, aquí no hay nada que hacer, - respondió de nuevo escuetamente el primero.


Se alejaron, al cerrar la puerta, mi sonrisa, inocente y espontanea brotó... corrí a mi dormitorio, al llegar las estrellas había formado corro junto a mi cama, la Luna cantaba una hermosa canción sobre dos enamorados que se declaraban amor bajo su candorosa mirada y el Sol... brillaba sobre mi cama.


De repente volvieron a llamar a la puerta, mi sonrisa se congeló, abrí la puerta, era el hombre de mirada profunda, fijando sus manos en la puerta para que no pudiera cerrarla me habló así:

- No me he creido para nada que hayas regalado esa caja pero, tranquila, no vengo a llevármela, me asalta una curiosidad y solo quiero satisfacerla.

- ¿Cúal? - dije yo totalmente entregada al verme descubierta.

- ¿Qué contiene esa caja? - me preguntó con curiosidad.


Yo sonreí. Tomándole de la mano entramos en mi casa, le acerqué a la habitación y le dije:

- Mírelo usted mismo pues está todo sobre mi cama.


El hombre entró, yo me quedé fuera esperando en el salón su comentario, su reacción, pero nada oí. Al salir, el hombre me miraba sorprendido y me dijo:

- ¿Y por eso que hay encima de su cama, tanto revuelo para que vengamos a recogerlo?, no entiendo, ¡algunas personas están locas!, - dijo cerrando la conversación y saliendo por la puerta confuso y malhumorado, - yo creía que era algo especial... vaya pérdida de tiempo y esfuerzo, - se oyó por las escaleras mientras descendía.


Me quedé perpleja con tales palabras, acudí a mi habitación rápidamente, al entrar no lograba comprender, sobre mi cama había unos grandes racimos de uvas, un plátano y una naranja. Cogí todo en mis manos como pude, no acertaba a saber qué había sucedido cuando de repente la naranja me hablo:


-Ya se ha ido?

- Sí, - balbuceé aún sin explicarme nada.

- Buf, menos mal, casi nos pillan, ¿verdad? - me dijo con su voz granulada y sus ojitos de gajos chispeantes, - eh, ¡¡Luna!!, ¡¡estrellas!!, ya podeis salir de dentro de la fruta, ¡no hay peligro!!, - gritó convencida la naranja.


Y el platano se convirtió en Luna, las uvas en estrellas y el Sol... el Sol surgió de una simple naranja.


Y justo en ese momento... desperté, me levanté, subí la persiana... llueve me dije con tristeza, me fui a la nevera, la abrí y... sonreí... creo que hoy voy a prepararme ¡un buen zumo de naranja! me dije mientras sacaba una redonda naranja que me miraba con su granulosa mirada.


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Unas veces podemos alimentarnos con zumos de frutas y otras veces podemos simplemente alimentarnos con zumos de sueños. Ambos, no lo dudéis, son energía para el cuerpo y luz para el alma.

viernes, 13 de junio de 2008

Pérdida insustituible



Everybody hurts - R.E.M.


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Mira más adentro, tiene que estar ahí...

- Pues yo no lo veo... no sé, ¿tú estás seguro de qué lo tienes ahí?

- Qué cosas tienes, ¿cómo no voy a estar seguro? ahí ha estado siempre, es dificil no tenerlo y estar aquí así tan tranquilo por el mundo ¿no te parece?.

- Es verdad, tienes razón, sería locura, pero la verdad es que yo no lo veo, por más que trato de mirar a ver si lo encuentro, pues nada, que no lo veo por ninguna parte, solo veo el hueco... mira, voy a dejarlo porque a lo mejor te sientes incómodo porque te lo diga de forma tan directa, ¿no?.

- Mujer, más que incómodo me siento triste, yo sé que lo tengo, que tú no lo veas pues me entristece más.

- A lo mejor se te desplazó hacia abajo...

- Pero ¿a dónde va a ir?, no seas loca, ¡eso no se mueve de su sitio así como así!

-Bueno... no te enfades, a veces yo creo que sí que se desplaza, ejem, sobre todo hacia las partes más bajas...

- No empecemos que sé por dónde vas, te digo que está en su sitio y está muy bien, es hermoso, grande, admirable y muy bien formado, está completo.

- Si tú lo dices, yo es que por más que miro sigo sin ver esa parte...

- Tiene que estar ahí será simplemente que no has mirado bien, claro, lo habrás hecho de forma rápida, una vistazo por encima, te quedas con que no lo ves y... hale ¡a decir que no lo tengo!, pero te equivocas, yo sé que te equivocas, lo tengo, lo luzco, estoy muy orgulloso de él. No le demos más vueltas, no hay que buscarle tres pies al gato, está y punto.

- Bueno, si lo dices tan convencido, no sé... pues por algo lo dirás, vamos pienso yo, pero que conste que si yo no lo veo es dificil que lo vea alguien más, no sé, yo que te conozco un poquito no te lo encuentro así que otras personas lo verán aún menos... bueno, es solo mi opinión si me la aceptas, claro.

- Pero ¿qué dices? no solo lo tengo sino que además es muy grande, vamos tan enorme que todos al verlo me dicen que es especial y me lo cuidan, todos menos tú, que debe ser que no me lo cuidas porque no lo ves.

- Sí, tienes razón, no le demos más vueltas que como bien dices no hay que buscarle tres pies al gato, debes de tenerlo y es solo que yo no me he fijado bien y por eso aún no sé cómo cuidarlo.

Ella le ayudó a vestirse. De repente se paró frente a él y le dijo:
- Mira, no valgo para mentirte, si no te lo digo es que reviento, yo creo que deberías ir al médico...

- Pero... - dijo él aturdido, - ¿de verdad crees que no lo tengo?

- Ese boquete tan enorme en la zona del pecho me inquieta, no me gusta nada de nada... has de averiguar si realmente lo tienes o en algún momento de tu vida, no sé, tal vez sin darte cuenta pues lo perdiste, te lo arrancaron o simplemente escapó atemorizado por algo. Siendo una persona tan sensata, me preocupa de veras que no te des ni cuenta que te falta o que te han arrebatado...

el pedacito más noble de tu corazón.

jueves, 5 de junio de 2008

Sueños de niñez




Elevé mis manos hacie el cielo, recogí con mis manos una nube y con ella me sequé los ojos, estaba triste. Luego, porque tenía frío, alcancé con los dedos la punta de un manto de hermosas estrellas y me tapé con él mis hombros dándome calor. Recogí caída del suelo una flor y la prendí en mi pelo.

Alcancé detrás de una nube dos rayos y con ellos me puse a tejer un jersey de hierbas verdes y frescas, le gustará, pensé. Mientras tejía me llegaba un aroma de añoranzas muy similar a cuando era muy chiquitina y en aquel campo, el de mi abuelo, jugaba a ser una de esas flores que al soplarla se revienta en mil pedazos y se extiende y hace cosquillas y alborota la nariz y luego se reposa, suave y sumisa, sobre una mano.

Cuando terminé de tejer aquel jersey, tomé con mis manos ramas y hojas de los árboles más cercanos y lo envolví atando a su alrededor un lazo hecho con jirones de corteza de uno de aquellos magníficos troncos. Iba a ser un regalo. Lo posé a mis pies y me senté sobre un manto de mariposas que enlazadas viajaban a posarse en el pétalo de un inmensa rosa. Volé un ratito con ellas, acarciando sus sedosos colores mientras me contaron que allá, en el país de las ilusiones, un duende estaba haciendo una colección enorme con alas de muchos colores y ya quedaban muy poquitas que hubieran escapado de su intención.

Me enfadé, no era justo que alguien les privara de tal belleza. Cogí un trebol, uno grande de cuatro hojas, de los que traen suerte y en cada hoja puse una ley que protegía las alas de las mariposas para siempre, añadiendo que si el duende no las cumplía yo iría personalmente a coserle las manos con hilos fuertes y tensos de lluvia enojada, impidiéndole por toda la eternidad que hiciera más daño a tan bellas criaturas.

Cuando las mariposas, muy agradecidas, me dejaron posada en una barca y se llevaron aquel trebol, yo remé un ratito y cuando me cansé, me asomé al espejo de aguas y tomé en mis manos un pedacito de mar, lo amasé para que tomara forma de bufanda y me la puse, acerqué mi tela de aguas al rostro, me acariciaron suaves las olas, toqué con mi lengua la punta de un hilo azul ondulado que se deshilaba, sonreí, sabía salado!.

Luego acerqué la barca a una orilla hasta que encalló en una playa. Entonces, exhausta por mi paseo, me recoste sobre unas rocas de plata y recogiendo arena fina y blanca me moldeé unos zapatos, para que mis pies con los agudos cantos no se lastimaran. Luego en mi soledad ví como empezaban a caer gotas de agua del cielo y para disimularlas me puse a soltar lágrimas; al ver caer tanto agua el sol se puso furioso y le dió un empujón a esa nube negra que creía que estaba tan enfadada. Entonces alargué mi mano y tomé un arcoiris a modo de paraguas y sobre él cayeron las últimas gotas de lluvia...y al cerrarlo, será locura, pero creí ver mezcladas en sus bandas de colores algunas de mis lágrimas.

Me levanté y le suspiré al sol para que brillara, y él generoso se hinchó como un globo, tanto que explotó en rayos dorados, algunos cayeron sobre mi corazón, otros adornaron como anillos mis dedos, unos cuentos brillaron como chispas en el agua y algunos directamente incidieron sobre la arena de la playa.

Enrredada en mis pensamientos se me hizo tarde. Entonces me pusé a mirar al cielo y con ojillos traviesos tuve una idea: colgarme de la luna! pensé que quizá ella, entendiendo mi soledad tal vez me acompañara, balanceándome un ratito. Qué bien!, me dije, está creciente... pero al querer sujetarme por los extremos, lo hice con tanta fuerza que sin querer, rompí sus dos puntas y me asusté y caí al suelo y horrorizada huí de allí sin mirar hacia arriba, pues mientras caminaba creía percibir sollozos, alguien que desde el cielo lloraba.

Regresé a mi casa y sin decir nada a mi madre me metí en mi cama de espumas blancas a esperar el mañana. Nació el sol y me saludó entrando por la ventana, como si fuera otro buen día. Yo estaba nerviosa, quería ver a la luna, pero me daba miedo pensar que ya no fuera tan bella, que le faltaran aquellas dos puntas que se habían quedado clavadas en mi piel. Escondí mis manos para que nadie las viera y estuve todo el día deambulando de aquí para allá. Esperé y esperé y finalmente, llegando la noche, una estrella, la más brillante, me anunció con su esplendora luz que la luna ya llegaba. Y allí la ví...

Y suspiré y me arrodillé a dar las gracias, era tan grande, tan generosa, tan bien formada... pues aquella luna para que nadie supiera de mi travesura de la noche anterior se había hecho redonda y ninguna punta rota le sobresalía, ninguna torpeza delataba.

Entonces estando muy contenta, le dí un tirón a una esquinita de cielo y enseguida aparecieron el resto de las estrellas que sonrientes cayeron a mis manos, me saludaron felices y todos juntos volamos y volamos! y nos acercamos hasta la luna y todos estaban tan contentos con mi compañía que tocamos en el firmamento la letra de una canción, que aquellas estrellas habían compuesto para mi.


Feliz, regresé a mi casa.

¿Qué has hecho hoy, mi vida? me dijo mi madre, hay que ver como traes las manos de sucias!!, vete a lavarte inmediatamente antes de comer, ay, ay, ¿qué habrás estado haciendo con las manos?? suspiraba mi madre al ver que la alegría me inundaba.

Construí un sueño, mami!, jugué con la luna y las estrellas, viajé con las mariposas... y luego cuando llovió un arcoiris fue mi paraguas... ¡¡lo pasé fenomenal!!!.

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No dejeis jamás de creer en vuestro pequeño sueño, como trata de deciros este cuento, si está en vuestro corazón... en vuestras manos estará hacerlo realidad.