lunes, 20 de septiembre de 2010

El Sombrero Rojo

Hubo una vez un hombre con un sombrero rojo. Lucía orgulloso siempre su sombrero. No hablaba, simplemente nunca se olvidaba de ponerse su sombrero rojo al salir de casa. Saludaba cortesmente a la gente, en general, nunca se dirigía hacia ellos ni levantaba su sombrero para saludar. Simplemente les dedicada un breve gesto con la mano y proseguía su camino. Iba siempre orguilloso y altivo con su sombrero rojo.

Un buen día se encontró con un paseante que llevaba un sombrero azul. - Hay que ver qué mal gusto tienen algunos, - pensó, y prosiguió su camino, sin apenas mirarle. El hombre del sombrero azul miró de reojo al del sombrero rojo y pensó a su vez - Ya me gustaría a mi poder llevar un sombrero tan rojo y bonito como ese.

El hombre del sombrero rojo prosiguió caminando. A los pocos minutos, se encontró con una mujer que lucía una pamela verde. ¡Qué pamela tan horrorosa! - pensó el hombre del sombrero rojo. La mujer de la pamela verde pensó: - ya me gustaría a mi poder lucir un sombrero aunque lo llevaría de otro color.

Continuó paseando el hombre del rojo sombrero y lo siguiente que encontró fué un cartero con su gorra gris de trabajo, un policía, con su gorra azul marino de autoridad, un marinero con su recién estrenada gorrita blanca, un caballero vestido de negro con su bombin a juego, el paseo continuó al menos dos horas más y a cada persona que se encontraba con un sombrero de color distinto al suyo se decía:- ¡Qué sombrero más feo! mientras que los demás siempre pensaban igual: - ya me gustaría a mi poder llevar un sombrero como ese.

Regresando ya a su casa el hombre del sombrero rojo vio a una niña que llevaba puesto un gorro rojo de lana y se dijo: - vaya, por fin alguien con buen gusto, me voy a parar a saludar, esta niña se merece mi saludo. La niña al ver al hombre del sombrero rojo pensó para sí:- vaya un hombre con un sombrero del mismo color que mi gorro de lana, pero... pobrecillo, ¡qué tonto! lleva sombrero en vez de gorro de lana, con el frío que hace, ¡se le quedarán las orejas heladas, hay que ser bobo! y sin mirarle siquiera prosiguió su camino. El hombre del sombrero rojo, quedó triste y desconcertado. ¿porqué no me ha saludado? se decía mientras proseguía camino a su casa.

Al llegar a casa la mujer del hombre del sombrero rojo le dijo: - te veo triste ¿qué te pasa? ¿no ha ido bien el paseo?.
- Sí, - dijo el hombre, lo que sucede es que he querido saludar a una niña y ni ha querido mirarme, no sé porqué, ha pasado de largo como si no existiera.
- Y ¿llevaba un sombrero del mismo color que el tuyo? - dijo la mujer que sabía bien a qué tipo de gente saludaba su marido.
Sí, sí, era rojo, bueno no era un sombrero, era un gorro de lana pero supongo que eso da lo mismo, ¡era de color rojo!

¡No da lo mismo! dijo la mujer toda digna, un sombrero no es lo mismo que un gorro, ¿porqué te has parado a saludar a esa niña? ¡Te has puesto en evidencia!. ¡Un gorro de lana! ¡Qué vergüenza!¡No estaba a tu altura!.

El hombre entonces quedó más desconcertado aún. No lo comprendo se dijo, llevaba el mismo color que el mío... si no está a mi altura... ¿porque soy yo el que se sintió inferior al no ser saludado??

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Moraleja:
En esta vida no todas las cosas son sombrero, pero sí todas las personas son persona.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Dudas que tienen respuesta

En la mente están las respuestas, en el corazón el valor para comprender, en el cuerpo habita la fuerza para discernir, la voluntad para un esfuerzo.
Si buscamos respuestas en el mar, allí no están, las olas no nos traerán la verdad.

Si buscamos respuestas en el sol, nada se encuentrá allí, se derretirá nuestra conciencia antes de poder ver ningún calor de honestidad.
Si buscamos respuestas en el cielo, se hará de noche antes de poder descubrir nada y las estrellas solo brillarán en los ojos de quienes no tengan miedo a mirar de frente, a mirar hacia arriba.
Y si buscamos respuestas en otra boca, ni el mar, ni el sol, ni el cielo las besarán.

Ojalá todos podamos comprender que si buscamos respuestas lejos de donde están solo hallaremos, el eco de las espumas, los rescoldos de lo quemado, el aire de la ausencia, la mirada celosa y esquiva de un limpio azul... el beso de la duda.

Solo nosotros tenemos la llave de nuestros pensamientos, solo nosotros construimos el tiempo de pervivencia de nuestra propia esperanza, el fin de nuestro autoengaño.

Sigamos por tanto creyendo que las decisiones han de construirse con riesgo pero con voluntad sana de mejorar, de desprendernos de opresiones y conductas que nos encierran en los gustos y en los disgustos de otros, conductas que nos lastiman, que no nos dejan ser nosotros mismos, no vivamos esa vida de apariencias que quieren los demás, vivamos nuestra propia historia y entonces nadie podrá confundirnos porque ante la amistad de verdad... ni la distancia será pérdida ni el silencio será olvido.
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