Sueños de niñez
Elevé mis manos hacie el cielo, recogí con mis manos una nube y con ella me sequé los ojos, estaba triste. Luego, porque tenía frío, alcancé con los dedos la punta de un manto de hermosas estrellas y me tapé con él mis hombros dándome calor. Recogí caída del suelo una flor y la prendí en mi pelo.
Alcancé detrás de una nube dos rayos y con ellos me puse a tejer un jersey de hierbas verdes y frescas, le gustará, pensé. Mientras tejía me llegaba un aroma de añoranzas muy similar a cuando era muy chiquitina y en aquel campo, el de mi abuelo, jugaba a ser una de esas flores que al soplarla se revienta en mil pedazos y se extiende y hace cosquillas y alborota la nariz y luego se reposa, suave y sumisa, sobre una mano.
Cuando terminé de tejer aquel jersey, tomé con mis manos ramas y hojas de los árboles más cercanos y lo envolví atando a su alrededor un lazo hecho con jirones de corteza de uno de aquellos magníficos troncos. Iba a ser un regalo. Lo posé a mis pies y me senté sobre un manto de mariposas que enlazadas viajaban a posarse en el pétalo de un inmensa rosa. Volé un ratito con ellas, acarciando sus sedosos colores mientras me contaron que allá, en el país de las ilusiones, un duende estaba haciendo una colección enorme con alas de muchos colores y ya quedaban muy poquitas que hubieran escapado de su intención.
Me enfadé, no era justo que alguien les privara de tal belleza. Cogí un trebol, uno grande de cuatro hojas, de los que traen suerte y en cada hoja puse una ley que protegía las alas de las mariposas para siempre, añadiendo que si el duende no las cumplía yo iría personalmente a coserle las manos con hilos fuertes y tensos de lluvia enojada, impidiéndole por toda la eternidad que hiciera más daño a tan bellas criaturas.
Cuando las mariposas, muy agradecidas, me dejaron posada en una barca y se llevaron aquel trebol, yo remé un ratito y cuando me cansé, me asomé al espejo de aguas y tomé en mis manos un pedacito de mar, lo amasé para que tomara forma de bufanda y me la puse, acerqué mi tela de aguas al rostro, me acariciaron suaves las olas, toqué con mi lengua la punta de un hilo azul ondulado que se deshilaba, sonreí, sabía salado!.
Luego acerqué la barca a una orilla hasta que encalló en una playa. Entonces, exhausta por mi paseo, me recoste sobre unas rocas de plata y recogiendo arena fina y blanca me moldeé unos zapatos, para que mis pies con los agudos cantos no se lastimaran. Luego en mi soledad ví como empezaban a caer gotas de agua del cielo y para disimularlas me puse a soltar lágrimas; al ver caer tanto agua el sol se puso furioso y le dió un empujón a esa nube negra que creía que estaba tan enfadada. Entonces alargué mi mano y tomé un arcoiris a modo de paraguas y sobre él cayeron las últimas gotas de lluvia...y al cerrarlo, será locura, pero creí ver mezcladas en sus bandas de colores algunas de mis lágrimas.
Me levanté y le suspiré al sol para que brillara, y él generoso se hinchó como un globo, tanto que explotó en rayos dorados, algunos cayeron sobre mi corazón, otros adornaron como anillos mis dedos, unos cuentos brillaron como chispas en el agua y algunos directamente incidieron sobre la arena de la playa.
Enrredada en mis pensamientos se me hizo tarde. Entonces me pusé a mirar al cielo y con ojillos traviesos tuve una idea: colgarme de la luna! pensé que quizá ella, entendiendo mi soledad tal vez me acompañara, balanceándome un ratito. Qué bien!, me dije, está creciente... pero al querer sujetarme por los extremos, lo hice con tanta fuerza que sin querer, rompí sus dos puntas y me asusté y caí al suelo y horrorizada huí de allí sin mirar hacia arriba, pues mientras caminaba creía percibir sollozos, alguien que desde el cielo lloraba.
Regresé a mi casa y sin decir nada a mi madre me metí en mi cama de espumas blancas a esperar el mañana. Nació el sol y me saludó entrando por la ventana, como si fuera otro buen día. Yo estaba nerviosa, quería ver a la luna, pero me daba miedo pensar que ya no fuera tan bella, que le faltaran aquellas dos puntas que se habían quedado clavadas en mi piel. Escondí mis manos para que nadie las viera y estuve todo el día deambulando de aquí para allá. Esperé y esperé y finalmente, llegando la noche, una estrella, la más brillante, me anunció con su esplendora luz que la luna ya llegaba. Y allí la ví...
Y suspiré y me arrodillé a dar las gracias, era tan grande, tan generosa, tan bien formada... pues aquella luna para que nadie supiera de mi travesura de la noche anterior se había hecho redonda y ninguna punta rota le sobresalía, ninguna torpeza delataba.
Entonces estando muy contenta, le dí un tirón a una esquinita de cielo y enseguida aparecieron el resto de las estrellas que sonrientes cayeron a mis manos, me saludaron felices y todos juntos volamos y volamos! y nos acercamos hasta la luna y todos estaban tan contentos con mi compañía que tocamos en el firmamento la letra de una canción, que aquellas estrellas habían compuesto para mi.
Feliz, regresé a mi casa.
¿Qué has hecho hoy, mi vida? me dijo mi madre, hay que ver como traes las manos de sucias!!, vete a lavarte inmediatamente antes de comer, ay, ay, ¿qué habrás estado haciendo con las manos?? suspiraba mi madre al ver que la alegría me inundaba.
Construí un sueño, mami!, jugué con la luna y las estrellas, viajé con las mariposas... y luego cuando llovió un arcoiris fue mi paraguas... ¡¡lo pasé fenomenal!!!.
Alcancé detrás de una nube dos rayos y con ellos me puse a tejer un jersey de hierbas verdes y frescas, le gustará, pensé. Mientras tejía me llegaba un aroma de añoranzas muy similar a cuando era muy chiquitina y en aquel campo, el de mi abuelo, jugaba a ser una de esas flores que al soplarla se revienta en mil pedazos y se extiende y hace cosquillas y alborota la nariz y luego se reposa, suave y sumisa, sobre una mano.
Cuando terminé de tejer aquel jersey, tomé con mis manos ramas y hojas de los árboles más cercanos y lo envolví atando a su alrededor un lazo hecho con jirones de corteza de uno de aquellos magníficos troncos. Iba a ser un regalo. Lo posé a mis pies y me senté sobre un manto de mariposas que enlazadas viajaban a posarse en el pétalo de un inmensa rosa. Volé un ratito con ellas, acarciando sus sedosos colores mientras me contaron que allá, en el país de las ilusiones, un duende estaba haciendo una colección enorme con alas de muchos colores y ya quedaban muy poquitas que hubieran escapado de su intención.
Me enfadé, no era justo que alguien les privara de tal belleza. Cogí un trebol, uno grande de cuatro hojas, de los que traen suerte y en cada hoja puse una ley que protegía las alas de las mariposas para siempre, añadiendo que si el duende no las cumplía yo iría personalmente a coserle las manos con hilos fuertes y tensos de lluvia enojada, impidiéndole por toda la eternidad que hiciera más daño a tan bellas criaturas.
Cuando las mariposas, muy agradecidas, me dejaron posada en una barca y se llevaron aquel trebol, yo remé un ratito y cuando me cansé, me asomé al espejo de aguas y tomé en mis manos un pedacito de mar, lo amasé para que tomara forma de bufanda y me la puse, acerqué mi tela de aguas al rostro, me acariciaron suaves las olas, toqué con mi lengua la punta de un hilo azul ondulado que se deshilaba, sonreí, sabía salado!.
Luego acerqué la barca a una orilla hasta que encalló en una playa. Entonces, exhausta por mi paseo, me recoste sobre unas rocas de plata y recogiendo arena fina y blanca me moldeé unos zapatos, para que mis pies con los agudos cantos no se lastimaran. Luego en mi soledad ví como empezaban a caer gotas de agua del cielo y para disimularlas me puse a soltar lágrimas; al ver caer tanto agua el sol se puso furioso y le dió un empujón a esa nube negra que creía que estaba tan enfadada. Entonces alargué mi mano y tomé un arcoiris a modo de paraguas y sobre él cayeron las últimas gotas de lluvia...y al cerrarlo, será locura, pero creí ver mezcladas en sus bandas de colores algunas de mis lágrimas.
Me levanté y le suspiré al sol para que brillara, y él generoso se hinchó como un globo, tanto que explotó en rayos dorados, algunos cayeron sobre mi corazón, otros adornaron como anillos mis dedos, unos cuentos brillaron como chispas en el agua y algunos directamente incidieron sobre la arena de la playa.
Enrredada en mis pensamientos se me hizo tarde. Entonces me pusé a mirar al cielo y con ojillos traviesos tuve una idea: colgarme de la luna! pensé que quizá ella, entendiendo mi soledad tal vez me acompañara, balanceándome un ratito. Qué bien!, me dije, está creciente... pero al querer sujetarme por los extremos, lo hice con tanta fuerza que sin querer, rompí sus dos puntas y me asusté y caí al suelo y horrorizada huí de allí sin mirar hacia arriba, pues mientras caminaba creía percibir sollozos, alguien que desde el cielo lloraba.
Regresé a mi casa y sin decir nada a mi madre me metí en mi cama de espumas blancas a esperar el mañana. Nació el sol y me saludó entrando por la ventana, como si fuera otro buen día. Yo estaba nerviosa, quería ver a la luna, pero me daba miedo pensar que ya no fuera tan bella, que le faltaran aquellas dos puntas que se habían quedado clavadas en mi piel. Escondí mis manos para que nadie las viera y estuve todo el día deambulando de aquí para allá. Esperé y esperé y finalmente, llegando la noche, una estrella, la más brillante, me anunció con su esplendora luz que la luna ya llegaba. Y allí la ví...
Y suspiré y me arrodillé a dar las gracias, era tan grande, tan generosa, tan bien formada... pues aquella luna para que nadie supiera de mi travesura de la noche anterior se había hecho redonda y ninguna punta rota le sobresalía, ninguna torpeza delataba.
Entonces estando muy contenta, le dí un tirón a una esquinita de cielo y enseguida aparecieron el resto de las estrellas que sonrientes cayeron a mis manos, me saludaron felices y todos juntos volamos y volamos! y nos acercamos hasta la luna y todos estaban tan contentos con mi compañía que tocamos en el firmamento la letra de una canción, que aquellas estrellas habían compuesto para mi.
Feliz, regresé a mi casa.
¿Qué has hecho hoy, mi vida? me dijo mi madre, hay que ver como traes las manos de sucias!!, vete a lavarte inmediatamente antes de comer, ay, ay, ¿qué habrás estado haciendo con las manos?? suspiraba mi madre al ver que la alegría me inundaba.
Construí un sueño, mami!, jugué con la luna y las estrellas, viajé con las mariposas... y luego cuando llovió un arcoiris fue mi paraguas... ¡¡lo pasé fenomenal!!!.
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No dejeis jamás de creer en vuestro pequeño sueño, como trata de deciros este cuento, si está en vuestro corazón... en vuestras manos estará hacerlo realidad.
7 comentarios:
Me encantan tus cuentos porque está llenos de magia: de qué manera has ido hilvanando el relato con la naturaleza, precioso, Cris... me encantaría tener un jersey de hierba fresca ;) probaré a hacérmelo, como bien dices, sólo se trata de creer que tu sueño se puede hacer realidad, no? Un beso, guapa.
Pues claro que tiene razón Carlota. Yo también quiero tejer con la naturaleza, tejer nuestro abrigo natural que nos acompañe en la larga travesía.
Imaginación, fantasía, magia, inocencia... ¿qué puedo decirte?, es precioso, me gustaría vivir en ese sueño en el que todo es posible. ¿Cuando renunciamos a crear nuestros sueños? No quiero renunciar, quiero vivir de sueños y hacerlos realidad.
Gracias, Cris, y un beso de burbujas multicolores para ti...
Mi amiga Cris, ¡como me gusto ese cuento! "Sueños de niñez" lindisimo, Siempre te he admirado por la forma tan bella como escribes. Eres mi escritora favorita. Un beso y un fuerte abrazo.
gracias Carlota! siempre procuro poner un poco de magia en lo que escribo.
Ñoco, qué bueno! hacernos un abrigo con la naturaleza, claro que sí, de hojas en invierno y de pétalos de flor en verano, vale? quién mejor que la Naturaleza puede protegernos?
Adonai! no dejemos nunca de creer en nuestro sueños, a menudo si los deseamos con fuerza se nos hacen realidad.
Carmen, amiga, gracias por eso que dices, hay algunos escritos que son como pequeños tesoros, como regalos en la memoria, gracias por tus palabras pero tú no te quedas atrás en escritos bellos, no lo dudes nunca.
Abrazos a todos!
Hola mi querida Cris. Gracias por tu comentario y tus palabras tan bonitas. Sueño de niñez. Elevé mis manos hacia el cielo, recogí con mis manos una nube y con ella me sequé los ojos, estaba triste. ¡Que belleza! No me canso de leer tus cuentos.... porque me gustan. Besitos y abrazos amiga.
Hola amiga. Sueños de niñez. No me canso de leerlo, porque me gusta mucho. Los sueños a veces se hacen realidad, pero sueños, sueños son. Siempre me gusta pasar por tu blog, para dejarte unas palabras y un cordial saludo. Besitos y abrazos.
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