lunes, 11 de abril de 2011

Los dos caminos

Un buen día se reunieron dos sabios y se pusieron a discutir sobre cual de los dos caminos de la vida era el que debía seguirse para ser feliz.

El primer sabio dijo: - yo escogería un camino fácil, normal, sin altibajos, que se sepa siempre por donde se va, sin líos y que todo sea muy llano y muy sencillo. Un camino en el que no haya dificultades, qe sea cómodo de andar, así nunca me llevaré sorpresas y todo en el camino siempre será normal y asequible.

El segundo sabio dijo: -yo sin embargo prefiero elegir un camino más complicado porque al no estar muy transitado tendrá un paisaje más cuidado, más especial, algo que no haya visto todo el mundo porque no todo el mundo lo recorrerá, un camino con más dificultades, es cierto, pero con la enorme recompensa de que pocos lo han disfrutado, por que pocos son capaces de apreciarlo.

Los dos sabios siguieron explicando su postura sin llegar a ponerse de acuerdo en una opción u otra ni acercarse siquiera a una postura intermedia.

Seguían imbuidos en su particular discusión cuando llegaron a una encrucijada en la vereda del camino por el que transitaban. Allí en el centro de la senda encontraron a un niño.

El primer sabio dijo:
- Este niño resolverá nuestro gran dilema, veamos qué rumbo toma: si elige el camino que discurre por entre esos campos su senda sería cómoda y llana, siendo niño, no sería de extrañar que busque una ruta sencilla y acorde con sus limitaciones; si por el contrario elige el que se puebla de arbustos y zarzas deberá atravesar más dificultades, pero ya se sabe que los niños siempre son más atrevidos, si tiene mente abierta puede que escoja ese camino lleno de aventuras e improvisaciones, esperemos a ver cual es su decisión - concluyó el sabio.

Pero el niño no sabiendo por cual decidirse se quedó parado en medio sin avanzar por ninguno mirando hacia los dos caminos con cara de preocupación. Pasados unos minutos los dos sabios se le acercaron y uno de ellos dijo: - ¿porqué no continuas avanzando? - y el niño respondió con ilusionada ingenuidad: - es que ambos caminos me asustan porque no sé qué hay detrás de ellos, no sé qué se esconde detrás de aquel inmenso campo, parece muy llano pero ¿y si se hace muy extenso? ¿y si me canso de andar siempre lo mismo? ¿y si al final me aburre? ¿y si no sé cómo volver atrás?; no, no puedo ir por ese camino... pero tampoco veo lo que puede esperarme tras esas zarzas y quizá sea peligroso o complicado de atravesar, ¿y si me hago daño? ¿y si aparece un monstruo y me come? ¿y si lo emocionante al final es demasiado confuso, dificil?. Uy,no sé que hacer, creo que mejor me estaré quieto o daré media vuelta, ¡no sé qué camino tomar!

- Pero has de elegir uno de los caminos - le recomendó uno de los sabios, - es imposible seguir por los dos y es muy necio desandar lo andado hasta ahora, ¿qué sentido tiene? has de tomar aquel camino que más se identifique contigo, ¿cual tomarías?

No sé repitió el niño, es que no sé.... de veras yo no sé cual tomar... si por mi fuera... se aventuró a decir el niño en un alarde de entusiasmo, ¡me convertiría en gigante! para así poder dar zancadas tanto por un camino como por el otro, así vería todos los peligros y cuando un camino me aburriera saltaría de una enorme zancada al otro y cuando el otro me asustara haría lo mismo y con grandes saltos podría estar siempre a salvo de cualquier peligro, siendo gigante solo tendría que cambiar de camino si las cosas no me gustaran o fueran mal. O si no, tal vez podría ser un enorme pájaro que volara y...

Ambos sabios se miraron avergonzados y comprendiendo la sabia lección que sin saberlo les daba aquel niño sin mediar palabra se separaron y cada uno siguió avanzando por su camino elegido. Allí en medio quedó el niño, confuso, paralizado y volviendo la vista hacia atrás, hacia un lado, hacia el otro.

Y mientras los sabios con paso firme se separaban y proseguían en silencio su camino escogido, a lo lejos, como en un eco se oía una voz infantil, atudida, temblorosa... ¿qué camino tomo? ¿qué me aconsejáis? pero ¿qué camino tomo?, ¡por favor! no os vayáis, yo sólo no puedo elegir...decidme por favor... ¿mejor me quedo quieto? ¡aún soy un niño!


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Es una postura muy humana paralizarse ante una encrucijada y no seguir avanzando por ningún camino o dar media vuelta y regresar a ninguna parte, pero la verdad es que ambos caminos son lícitos para alcanzar la felicidad, sólo hay que querer avanzar por uno de ellos con firmeza, solo hay que apostar por uno y seguir el camino.

No es de sabios poner las decisiones importantes de la propia vida en la inmadurez de alguien que duda, se paraliza o desanda lo recorrido, tal vez, porque aún no haya crecido.

Solo cuando se crece... con firmeza, sin temor y sin previo aviso, se sabe escoger camino.

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