sábado, 17 de marzo de 2012

La historia de Tico y Ana


Hubo una vez en perrito, llamado Tico, color canela, de grandes orejas y naricilla oscura y muy pequeña.
Vivía con una familia que lo cuidaba y lo mimaba. Pero él se sentía muy triste porque su dueña Ana muchas veces se enfadaba con él. El no podía entender esos enfados, era un perro muy obediente, traía las zapatillas y siempre recogía su camita cuando se levantaba. De repente su dueña lo agarrraba por la correa y le obligaba a permanecer en una esquina sin moverse o lo encerraba en un balcón. Algunas veces era bastante brusca al hacerlo. Tico no entendía porqué pasaba eso, parecía una dueña tan maja...

Así que ante cualquiera de esos castigos simplemente aullaba y lloraba . Pero, era curioso, eso parecía que enfadaba a su dueña mucho más, era imposible entender por qué se comportaba así con él, - ¿por qué su dueña no podía escuchar su protestas y hacerle caso?, nunca entendía lo que le molestaba o sus necesidades- pensaba Tico.

Pero al otro lado la historia era diferente. Ana su dueña, estaba desesperada con Tico, parecía imposible que el perrito entendiera algo de lo que se le decía para mejorar su conducta. - Es muy rebelde,  -pensaba Ana, - le digo que se siente y no lo hace. Le llamo para comer y no atiende. Está siempre en su mundo, es muy rebelde, - repetía. - A veces me desespera tanto su rebeldía que le castigo para que aprenda, pero entonces se pone a aullar, no para, es muy molesto, no sé qué le puede pasar- concluía Ana.

Un buen día Ana decidió visitar a su amiga veterinaria Elsa para preguntarle por la conducta de Tico.
Después de contar las innumerables trastadas que hacía su perro y lo poco obediente que era, Elsa miró a Tico con ternura, que en ese momento estaba olisqueando su bata ajeno a todo y a todos, y le indicó: - ven Tico tengo algo muy rico para ti. Pero Tico siguió a lo suyo y ni se inmutó. Entonces le dijo a Ana:
- déjamelo un día y podré decirte por qué actúa así tu perrito.

Ana le pasó la correa a Elsa y marchó de la tienda ya mucho más tranquila. - Mañana sabré que le pasa a mi perro, - pensó Ana.

A la mañana siguiente Tico recibió a Ana moviendo con energía su rabito, se le veía más contento de lo normal, Ana se dio cuenta del cambio y le preguntó a Ana. - ¿has logrado averiguar porqué Tico se comporta así?.

- Ya lo creo - dijo Ana, - verás, tu perrito tiene un problema no muy común, no puede escuchar.

La dueña se quedó perpleja con la respuesta - ¿cómo no va a poder escuchar mi Tico con esas grandes orejas? ¡eso es imposible! - dijo con incredulidad Ana.

Entonces la veterinaria le explicó que había nacido con unos pequeños tapones en sus oídos que le cerraban
el pabellón auditivo y que eso era muy delicado y no se podía operar, por lo que su perro no iba a ser capaz
de oirle nunca.

Ana se quedó muy triste y preocupada con la respuesta. - Y... ¿cómo puedo hacer para que me atienda? - preguntó abatida.

Elsa miró a ambos con una sonrisa y simplemente dijo: - es fácil, debes hacer que te mire a la cara...

- Cuando llegues a casa, - prosiguió Elsa, - ponte en la cara una golosina, sujétala con un celo sobre tu nariz o en la frente. Luego deja a Tico que se acerque, la huela y la quiera y  después quítatela y dásela. Repite esto tres vez al día durante tres semanas luego ven a verme.

Ana se fue con Tico a casa e hizo lo que su amiga le indicaba.

A su vez Tico también andaba preocupado con el comportamiento de su dueña y le comentó a un Galgo, colega suyo que vivía dos pisos más abajo y con el que le gustaba salir a mear:
- ¿Qué podría yo hacer para que mi dueña me quisiera más? - dijo Tico.
- Tu dueña te quiere mucho, no seas bobo, lo que pasa es que tú eres muy rebelde y nunca le haces caso- concluyó el Galgo. - La próxima vez que tu dueña te dé una golosina o algo rico, para que se ponga contenta, simplemente lámele la mano. Eso les gusta mucho. A mi me funciona y me tienen a cuerpo de rey, dijo entusiasmado el Galgo.
- Así haré - dijo Tico a su amigo - espero que tengas razón y cambie todo.

Al cabo de las tres semanas Ana y Tico fueron a visitar a la veterinaria.

- Hola Ana, - dijo Elsa - ¿qué tal con tu perro?. - Fenomenal - contestó Ana entusiasmada. Ahora me hace caso en todo, siempre anda pendiente de lo que le digo, me mira y se sienta, me obedece mucho más y jugamos mucho, estoy muy contenta con él. Y a él lo veo distinto conmmigo, cada día más feliz, no deja de lamerme la mano, es divertido. Si alguna vez no me atiende, como ya entiendo lo que le pasa, me acerco y le doy una golosina y entonces ya vuelve a estar interesado en todo lo que hago. Me alegro - dijo Elsa, - como ves, todo era cuestión de saber lo que le estaba sucediendo realmente a Tico. Nada más.

Al otro lado de la historia el perrito Tico estaba entusiasmado con el comportamiento de su dueña, ya no le castigaban en una esquina y todos eran felices. Comentaba a su amigo el Galgo: - no sé realmente que ha podido cambiar, pero ¡tu truco ha funcionado! poco después de hablar contigo, una mañana, vi una golosina en la cara de mi dueña, una de esas golosinas ricas que tanto nos gustan a nosotros los perros, y luego ví otra y otra, siempre me las acababa dando. Yo hice lo que dijiste y le daba un lametón cada vez que me daba esa rica golosina. Ahora cada día que me levanto lo primero que hago es fijarme a ver si hay una rica golosina en la cara de mi dueña. Cuando estoy jugando miro a Ana, quizá vuelva a tener esa rica golosina encima de su nariz. Cuando me pone la correa, la miro otra vez, ella con la mano me dice que me siente y yo me siento... ¿quizás vea la golosina ahora?. Y cuando me entra el hambre la miro siempre. Incluso a veces, sin venir a cuento, de repente mi dueña me pone una golosina en la boca. Yo no paro de darle lametones y ¡es fántastico!, ahora vivo muy feliz, ¡no la pierdo de vista!, es que me gustan mucho las golosinas - le decía Tico a su amigo el Galgo.

Y así fue como Ana y Tico se llevaron cada vez mejor . A los dos se les olvidó por completo que no podían escucharse. Y es que, como le comentaba el Galgo entre su círculo de amistades: - con empatía, hay entendimiento y con entendimiento ¡hay lametones y golosinas siempre!.

C.M.

5 comentarios:

Antonio Porpetta dijo...

Una historia muy tierna y muy bien contada, con mucha emoción, Cris.
Y gracias por tu comentario, que ha subido mi ego hasta regiones impensables (bueno, esto es broma: mi ego lo tengo dominado y en estado semi letárgico... pero puede despertarse...)
Un beso.

Olga i Carles (http://bellesaharmonia.blogspot.com dijo...

Gracias por esa estupenda historia de buena comunicación.





Un abrazo.

M. Carme dijo...

En mi blog http://monfractal.blogspot.com He dejado un fractal para ti. Espero que te guste y lo lleves contigo.
saludos

Aseret dijo...

Siempre tocando el alma. Tus historias llegan muy adentro. empatía y entendimiento, dos palabras magníficas!!
Un cálido abrazo amiga!!

M. Carme dijo...

He leido tu cuento y me ha enamorado, otro dia me pasó y sigo leyendo mas entradasm seguro que me gustan. Gracias por visitar mi blog.
saludos