viernes, 28 de marzo de 2008

La nube que quería sonreir


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Angel - Sarah MacLachlan

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Había una vez una nube blandita y esponjosa que quería sonreir...


- !Quiero sonreir!, - decía, - !quiero sonreir!, - repetía, - ¿quién quiere verme sonreir??, -preguntaba con algodonada voz.
- Eres una nube, - le decía con seriedad su papá Nube, - las nubes no sonríen...
- ¿qué hacen las nubes papá?- preguntó con ingenua voz.
- Pues, navegan por el cielo, surcando distintos momentos del día, recorren distancias tanto en vertical como en horizontal, en definitiva viajan y acompañan a otras nubes...
- ¿Viajan? ¿Llevan maleta?, cuando se viaja se lleva maleta, ¿verdad papi?.

- Eh, sí, claro nubecilla, sí, pero las nubes no llevan maletas, no hace falta, viajan desnudas...

- ¿Desnudas? ¿Estamos desnudas? y oye, ¿porqué no tenemos frío papi?.

- Eh, buf, verás pequeñina, las nubes no sienten ni frío ni calor, ni tienen pensamientos, ni son animalitos ni son personas ¿estamos?, - dijo el papá Nube ya un poco perdiendo su paciencia.


- Pero... si no tenemos sentimientos ¿porqué yo puedo sonreir?

- ¡Tú no puedes sonreir! dijo el papá ya poniéndose serio con su preguntona hija, ¡tú no sonríes, no puedes sonreir!.

- ¡Sí que puedo! - dijo la nubecilla muy contrariada por lo que estaba escuchando, ¡sí que puedo!, ¡yo puedo!.

- No, no puedes, - repitió el padre - y dejémonos ya de tonterías, vete con mamá nube a hacerla compañía y déjame seguir con mis trabajos, - sentenció Papá Nube.


La nubecilla triste y cabizabaja se acercó a su mamá.

- ¿Qué te pasa nubecilla? - dijo con voz candorosa su madre al detectar el semblante apagado de su hija.

- Pues que papi ¡es tonto!, ¡no cree que yo pueda sonreir!, - protestó la pequeña nube.


La madre con suma paciencia le dijo:

- verás, tu padre no es tonto, tu padre está en lo cierto, las nubes no podemos sonreir, eso solo lo hacen las personas, ni tan siquiera los animales o las plantas pueden sonreir, ese gesto sobre el propio de humanos y nosotras las nubes no somos humanas, argumento con lógica su madre para que su pequeña lo entendiera mejor.

- ¡Noooo!, - gritó la nubecilla cabezota, yo, yo, yo... ¡yo puedo sonreir! - dijo enfadada.


Y sin más se alejó de su mamá a sentarse solitaria en el cielo.


- Esta nube es demasiado niña - le dijo mamá nube a papá nube, - no sé qué vamos a hacer con ella, dice unas cosas....

- Déjala, ya se dará cuenta de sus limitaciones, es demasiado tozuda, ya aprenderá ella sola, -concluyó el padre.


El Sol que había estado pendiente de toda la conversación se acercó a la nubecilla y le dijo:

- ¿tú de verdad crees que puedes sonreir?

- Sí, sí, - dijo la nube recuperando ánimo, ¡¡claro que puedo!!!

- Y ¿porqué no sonríes? - preguntó el Sol con didáctica intención para que la pequeña viera su limitación.

- Es que yo... es solo que... solo que... - dijo con voz cada más entristecida...

- ¿Solo que qué? - le preguntó el Sol buscando que se enfrentara a la verdad.

- Pues... que yo... ¡no se hacerlo!, aún soy pequeña y bueno, yo aún no sé sonreir ¡porque no sé cómo se hace!, - dijo la nube apenada.


El Sol se quedó prendado de tan inocentes palabras, de la confianza que tenía esa nube en conseguir algo que ni sabía cómo se hacía ni que no se podía hacer. Entonces apartándose de la nube, se quedó reflexionando un momento, minutos después sin decir más llamó a un viento amigo y junto a su runfido le hizo una petición en voz muy baja. El viento asombrado le dijo al Sol:

- No te preocupes, hare lo que pueda.


Entonces se acercó a la nube y soplando en diferentes zonas con mayor y menos intensidad fue separando y disgregando sus partículas, moldeándola con intención y logrando así formar dos huecos grandes, separados y redondos en su zona superior, y una franja prologada de derecha a izquierda en la zona inferior. Cuando hubo terminado su trabajo, le dijo al Sol:

- Ya está, tal y como me habías pedido.


Entonces el Sol sintiéndose complacido por el esfuerzo realizado por su amigo viento se coloco por detras de aquella nube y lució con brillo. Por entre los ojos y la boca formados en aquella pequeña nube una luz de sonrisa iluminó su algodonado rostro.


- ¡¡Mira papi!!, ¡¡mira papi!!, - se oyó a una niña decir desde la Tierra... -¡¡una nube en el cielo me está sonriendo!!!. ¡¡mira, mira! me está sonriendo!!!

- Sí, hija, sí, claro, claro, - dijo el padre sin despegar la vista de su recién comprado periódico.


Y desde entonces aquella nubecilla vivió siempre muy satisfecha sabiendo que su pequeño sueño, su ilógico, descabellado e inocente propósito de ser una nube que sonriera lo había conseguido.



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Todos llevamos dentro una nube que quizá aún no sabe cómo sonreir... pero que, no lo dudéis, puede hacerlo.

1 comentario:

alfonso dijo...

=:)))
Como siempre...